Hay conceptos que están tan arraigados en nuestra cultura que, cuando hablamos, no percibimos las metáforas conceptuales que, aun no siendo reales, aceptamos y asociamos a conceptos de otro ámbito con absoluta normalidad.
Adjunto el enlace a un vídeo que presenta un glosario de términos que relacionan el dinero con el agua. Esto viene de cuando el comercio marítimo controlaba el dinero (todavía hoy el tráfico marítimo sigue la Ley del Mar o del Almirantazgo). En nuestro hablar, utilizamos expresiones como liquidez, cuenta corriente, nadar en abundancia, rescate, mantener el negocio a flote, tocar fondo, fondo de inversión, llegar a buen puerto, los bancos (de peces o de arena son los que dirigen el curso de la corriente de agua y del dinero), lavado de dinero, embarcarse en un negocio, etc.
Dando un paso más, el vídeo incluye en la metáfora a los seres humanos como seres nacidos al romper aguas, que se registran en documentos igual que las mercancías, y se valoran como recursos (en las empresas, el departamento encargado de los trabajadores se llama “recursos humanos”).
Las metáforas no son sólo un recurso literario; son usos subliminales del lenguaje y, en consecuencia, de los procesos cognitivos. Bien utilizados son una joya. Pero pueden utilizarse también con oscuras intenciones ya que tienen un enorme poder evocador.
«Las metáforas están en la base del lenguaje y las aplicamos constantemente para crear y reconocer patrones conceptuales basados en asociaciones. De hecho, el discurso público utiliza deliberadamente esta conexión para crear asociaciones por analogía, asociando elementos procedentes de los sentidos físicos con sensaciones o con sentimientos, por ejemplo la nieve y el frío con la soledad; la situación económica y el estancamiento con la frustración.»
«¿Qué sucede cuando una interpretación metafórica se contradice con la información literal? Se crea una disonancia cognitiva, lo cual produce una incongruencia entre la información que se recibe a través del hemisferio cerebral derecho y la que se recibe a través del hemisferio cerebral izquierdo: ¡no coinciden! A pesar de utilizar un lenguaje positivista, el contenido metafórico puede ir en dirección contraria. Una afirmación literalmente falsa es muy fácil de identificar. Por el contrario, es mucho más difícil detectar las expresiones metafóricas falsas. Precisamente por esto el discurso público prefiere el uso de las metáforas al de las afirmaciones literales, porque si la fuente original de la metáfora es cierta, la tendencia inconsciente es aplicar esta verdad al objeto asociado por analogía, llegando a interferir con nuestra habilidad de discernimiento para identificarla como falsa.»
Este tema es apasionante, ¿verdad? Entender cómo funciona nuestra mente permite entender lo que está sucediendo. Podemos ver más allá de lo que oímos.
Si has leído hasta aquí y quieres saber más:
ESTAMOS HECHOS DE LENGUAJE
Capítulo 12. El lenguaje de la posverdad. La manipulación del discurso público
El poder de las metáforas
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