Cuando a principios del siglo VII a.C. la influencia de Roma fue más allá de la comarca del Lacio, la península itálica estaba ocupada por dos grandes culturas florecientes: la etrusca en el norte y la griega en el sur. Los distintos pueblos se dividían en tres grupos: los que hablaban las lenguas latino-faliscas, al norte de la ciudad de Roma y en la región central del Lacio; las lenguas osco-umbras o sabélicas, habladas en la mayor parte de la península itálica, y la lengua tirrena más conocida como etrusco, hablado en la Toscana. Además se hablaba el griego.
Si situamos en un mapa la extensión de estas lenguas veremos que la expansión del latín era mínima. ¿De dónde surgió esta lengua tan poco afín con las de sus vecinos? Los latinos eran getas, una tribu de los dacios procedentes de la zona del Danubio. Cuando Roma sometió a todas las poblaciones en sus campañas de conquista, sus contingentes hablaban lenguas sabélicas del tronco osco-umbras. Además, en el caso de las Guerras Púnicas, los ejércitos romanos emplearon a ciudadanos de Hispania, que no pueden considerarse agentes activos de la romanización.
Si situamos en un mapa la extensión de estas lenguas veremos que la expansión del latín era mínima. ¿De dónde surgió esta lengua tan poco afín con las de sus vecinos? Los latinos eran getas, una tribu de los dacios procedentes de la zona del Danubio. Cuando Roma sometió a todas las poblaciones en sus campañas de conquista, sus contingentes hablaban lenguas sabélicas del tronco osco-umbras. Además, en el caso de las Guerras Púnicas, los ejércitos romanos emplearon a ciudadanos de Hispania, que no pueden considerarse agentes activos de la romanización.
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