La prosodia o vibración es la música de la lengua. Es tan genuina que podemos incluso reconocer una lengua cuando no sabemos hablarla ni podemos comprenderla. Con sólo escuchar, somos capaces de distinguir el patrón de entonación del inglés, del italiano o del ruso: reconocemos «su música».
La prosodia y el ritmo interno de una lengua vienen subrayados por la alternancia entre sílabas acentuadas y no acentuadas. Dado que en las lenguas romances las vocales no presentan oposición de duración, el núcleo silábico y el acento tónico recaen sobre la vocal, por lo que la fluctuación del ritmo viene marcada por los acentos vocálicos.
El acento es una propiedad léxica de los morfemas. No es algo que pueda cambiarse a la ligera porque está asociado a un valor fonemático. La distinta posición del acento puede marcar diferencias semánticas y morfológicas, como los tiempos verbales: canto (sustantivo y forma verbal) y cantó; término, termino y terminó, e incluso diferenciar palabras que no tienen relación etimológica: entre (preposición) y entré.
La distribución del acento en las palabras de las lenguas proto-romances puede presentar diferentes voces: aguda (la sílaba tónica es la última sílaba), llana (la sílaba tónica es la penúltima) y esdrújula o sobreesdrújula (la sílaba tónica es la antepenúltima o anterior). Esta distribución acentual de los romances coincide con la del griego y diverge respecto al latín. El hecho de que en latín no existieran palabras agudas, desmarca la prosodia latina del resto de lenguas que supuestamente derivarían de ella.
(fragmento del capítulo "fonética" del libro NO VENIMOS DEL LATÍN)