Hablar una lengua y escribir otra


Hablar una lengua y escribir otra es algo muy frecuente. Esta situación es mucho más corriente de lo que pudiera parecer. Sucedió por ejemplo entre el egipcio hierático, el demótico y el copto. Un caso análogo se produjo entre el hebreo y el arameo. Y anteriormente entre el acadio y la escritura cuneiforme derivada del sumerio, siendo la primera una lengua semítica hablada por asirios y babilonios y utilizada en la escritura incluso en las relaciones entre los faraones egipcios y los reyes hititas.

La división entre lengua hablada y lengua escrita no es algo que sucediera únicamente en tiempos remotos. Podemos afirmar que es una situación que continúa produciéndose actualmente en medio mundo. Muchas de las lenguas indígenas de África y América carecen de escritura. Su cultura ha sido de transmisión oral y no ha dejado registros escritos. El colonialismo facilitó que las escuelas, creadas por los colonizadores, enseñaran a escribir en español, en inglés y en francés, dejando de lado las lenguas propias de los habitantes del lugar.
Con la independencia de las colonias, se han recuperado las lenguas vernáculas que, en la mayoría de los casos, no han desarrollado una escritura propia y han empezado a escribirse utilizando los alfabetos de los colonizadores, especialmente el alfabeto latino. En países islámicos la opción se ha decantado por el uso de la escritura árabe o su adaptación urdú, y en países hinduistas se optó por el alfabeto devanagari. Sin embargo, la influencia de las lenguas imperialistas ha sido tan grande que no sólo se mantienen como primera o segunda lengua, sino que en muchas ocasiones continua siendo la única lengua escrita.
Capítulo “El latín, lengua escrita, no hablada” del libro NO VENIMOS DEL LATÍN


La palatalización es general en los proto-romances pero no en el latín

La palatalización es un fenómeno fonético que se produjo en todas las variantes proto-romances siendo el detonante como mínimo del 50% de los cambios lingüísticos de las lenguas romances. Curiosamente, el latín es la lengua que más se aleja de una palatalización generalizada, lo que sin duda es significativo.  

        NO VENIMOS DEL LATÍN. 
Extracto del capítulo la palatalización:

«La palatalización es un fenómeno fonético o fonológico por el cual se desplaza el punto de articulación de un sonido consonántico hacia el paladar (región paleo-alveolar) debido a la presencia de una vocal palatal. Suelen incluirse en la palatalización otros procesos como la asibilación (transformación de un sonido no sibilante en sibilante), la fricatización y la africación. La palatalización se produjo en todas las variantes proto-romances. Las únicas lenguas romances que no sufrieron palatalización fueron el sardo y el dálmata.
El fenómeno de la palatalización se constata desde muy antiguo en pleno período latino (siglo II a. C.), y aumentó considerablemente a lo largo de los siglos siguientes. Se conoce bien la causa de su origen: hay un cierre y consonantización posterior de las vocales palatales que se encuentran como primer elemento de un hiato. La consonantización de la vocal [i] se conoce con el nombre de yod y suele grafiarse como . Surge cuando un hiato se convierte en diptongo, es decir, cuando la vocal [i] se convierte en la glide [j]. Hay indicios de que a partir del siglo IV d. C. la yod afecta sonidos y grupos consonánticos siendo el detonante como mínimo del 50% de los cambios lingüísticos de las lenguas romances.
Si el fenómeno articulatorio se produce en una fase tan temprana, ¿qué lo causa? ¿Cómo se produce? ¿Cuándo y dónde surge? ¿Y por qué es tan general? Si fuera resultado de la degeneración del latín en latín vulgar, las cronologías deberían ser más bajas y las transformaciones, las tendencias y reglas fonéticas deberían ser distintas en los diversos romances, que no deberían converger. De hecho los indicios parecen mostrar que es el latín la lengua que se aleja de una palatalización generalizada.»

El consonantismo


El consonantismo del latín era mucho más reducido que el de las lenguas romances. Tenía sólo 14 consonantes frente a las 19 del castellano y las 23 del catalán. Las consonantes se distribuían en sólo tres órdenes: labial, dentoalveolar y velar.

La gramática histórica ha estudiado los fenómenos de inflexión, asimilación disimilación, supresión y adición de sonidos vocálicos y la sonorización, ensordecimiento, fricatización y palatalización de sonidos consonánticos de las lenguas romances en relación con el latín tratando de describir todos estos procesos. Las diferencias del inventario fonético son tan grandes que ha sido necesario establecer complicadas relaciones evolutivas.
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Diferencias entre el acento del latín y los romances


La prosodia o vibración es la música de la lengua. Es tan genuina que podemos incluso reconocer una lengua cuando no sabemos hablarla ni podemos comprenderla. Con sólo escuchar, somos capaces de distinguir el patrón de entonación del inglés, del italiano o del ruso: reconocemos «su música».

La prosodia y el ritmo interno de una lengua vienen subrayados por la alternancia entre sílabas acentuadas y no acentuadas. Dado que en las lenguas romances las vocales no presentan oposición de duración, el núcleo silábico y el acento tónico recaen sobre la vocal, por lo que la fluctuación del ritmo viene marcada por los acentos vocálicos.
El acento es una propiedad léxica de los morfemas. No es algo que pueda cambiarse a la ligera porque está asociado a un valor fonemático. La distinta posición del acento puede marcar diferencias semánticas y morfológicas, como los tiempos verbales: canto (sustantivo y forma verbal) y cantó; término, termino y terminó, e incluso diferenciar palabras que no tienen relación etimológica: entre (preposición) y entré.
La distribución del acento en las palabras de las lenguas proto-romances puede presentar diferentes voces: aguda (la sílaba tónica es la última sílaba), llana (la sílaba tónica es la penúltima) y esdrújula o sobreesdrújula (la sílaba tónica es la antepenúltima o anterior). Esta distribución acentual de los romances coincide con la del griego y diverge respecto al latín. El hecho de que en latín no existieran palabras agudas, desmarca la prosodia latina del resto de lenguas que supuestamente derivarían de ella. 

(fragmento del capítulo "fonética" del libro NO VENIMOS DEL LATÍN)

Los romanos hablaban lenguas sabélicas del tronco osco-umbras

Cuando a principios del siglo VII a.C. la influencia de Roma fue más allá de la comarca del Lacio, la península itálica estaba ocupada por dos grandes culturas florecientes: la etrusca en el norte y la griega en el sur. Los distintos pueblos se dividían en tres grupos: los que hablaban las lenguas latino-faliscas, al norte de la ciudad de Roma y en la región central del Lacio; las lenguas osco-umbras o sabélicas, habladas en la mayor parte de la península itálica, y la lengua tirrena más conocida como etrusco, hablado en la Toscana. Además se hablaba el griego.
Si situamos en un mapa la extensión de estas lenguas veremos que la expansión del latín era mínima. ¿De dónde surgió esta lengua tan poco afín con las de sus vecinos? Los latinos eran getas, una tribu de los dacios procedentes de la zona del Danubio. Cuando Roma sometió a todas las poblaciones en sus campañas de conquista, sus contingentes hablaban lenguas sabélicas del tronco osco-umbras. Además, en el caso de las Guerras Púnicas, los ejércitos romanos emplearon a ciudadanos de Hispania, que no pueden considerarse agentes activos de la romanización.
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